Pienso... que alguna vez
engendraste ilusiones.
Mas no sé en qué momento se rompieron.
No hace falta soñar para ver lunas,
tan sólo basta alzar la vista al cielo.
Mira hacia tu interior, sólo hay despojos,
sólo queda la angustia del sollozo
atenazando el alma y la garganta.
¡Qué amarga libertad!
¡Qué breve fue tu idilio con la vida!
Has perdido la senda prefijada,
y ahora navegas en el mar de la mentira;
y puedo ver en cada línea de tu rostro
la imagen que dibuja la desdicha.
Todo a tu alrededor se desmorona.
Se evade la conciencia
por entre el laberinto de los humos,
y eriges como arma: los silencios,
y la agresividad: como tu escudo
Crees que puedes vencer...
y el odio aflora,
-juegas en la espiral de la utopía-
y éste nos transfigura y nos enfrenta,
prosiguiendo la noria de agonías.
¡Qué amarga libertad!....
esa, que tú persigues.
¡Dime! ¡¿a cambio de qué?!...
¿De arrastrarte un poco más, por el lodo,
en la desesperanza de encontrar la limosna
que te permita sonreír u olvidar
durante unos minutos?
¡Estás pagando un precio demasiado alto!
No hay mayor soledad a la de verse solo,
estando en compañía.
Ni merece la pena cambiar
un instante de luz por todas las auroras.
¡Haz un supremo esfuerzo
y vomita toda la porquería!
¡Vive la realidad!
...que es más bella la rosa
porque tiene su espina.
¡Aparta las escorias!,
para que la blancura
resalte en complacencia,
destronando a las sombras.
¡Ven!
No está todo acabado...
¡Remóntate en la cresta de una ola,
y aferra un nuevo mundo con tus manos!
© Carmen Aguirre
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