MUJER EN EL ESPEJO
Claridad, te tomé por las aristas
precisamente cuando más lograba apartarme
de esos laberintos escurridizos
de la noche.
Claridad,
me acogiste al final de los pasillos,
en el último cuarto, justo cuando
ya no pensaba llegar de ningún modo. Y vi
tu blanco rostro, y lo toqué con manos
centelleantes. Rostro confundido
con el rostro humano, que aplacaba,
como casi siempre, dormido
en vigilia amorosa, antiguas fieras
que jamás conseguimos dominar.
Claridad, yo te nombro
para brindar por ti,
para que tu transparencia
de levedad me envuelva,
y seas para siempre la aureola
de toda destrucción, de toda ausencia.
Besé, al fin, el cristal
frágilmente como si acariciara
los labios de una mujer en la niebla.
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