Obra de Jean Frédéric Bazille
Aquello sí era una fiesta.
Una fiesta inimitable
donde su vestido girando se enredaba
en las rosas que afinan las
esquinas.
Una fiesta donde la noche
sembraba cascabeles
que bajo sus sandalias amanecían.
La música era una sucesión
de allegros y arpegios prodigiosos.
El silencio allí era lo absurdo,
y ni la más ínfima sombra
osaría convidarse.
En ese escenario azul
danzaban desinhibidas,
translúcidas, desnudas,
ella y la alegría.
Cerraba la mujer los ojos
y, al abrirlos, seguía rodeada
por los cacharros de la cocina,
el hollín(que mantenía orbitando su
planeta)
la severidad de sus murallas
decadentes…
En la alacena la rutina se relamía,
libando los últimos restos
de una fiesta sin memoria.
©Trini Reina
3 comentarios:
La fiesta, es leerte a tí Trini, un placer para los sentidos amiga.
Un fuerte abrazo
Cualquier lugar es bueno para una fiesta si la alegria desborda el alma.
Poemazo.
Besos
Enorme contraste entre esa fiesta y la realidad del día a día.Hasta de lo cotidiano sabes encontrarle jugo.
Un abrazo
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