¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?
¿Qué miran los poetas andaluces de ahora?
¿Qué sienten los poetas andaluces de ahora?

Cantan con voz de hombre..
¿pero dónde los hombres?

..con ojos de hombre miran,
¿pero dónde los hombres?

..con pecho de hombre sienten,
¿pero dónde los hombres?

Cantan, y cuando cantan
parece que están sólos...

Miran, y cuando miran
parece que están sólos...

Sienten,..y cuando sienten
¡parecen que están solos!..

¿Es que ya Andalucía
..se ha quedado sin nadie?

¿Es que acaso en los montes andaluces
..no hay nadie?

¿Es que en los mares y campos andaluces..
no hay nadie?

¿No habrá ya quien responda a la voz del poeta?
¿Quien mire al corazón sin muros del poeta?

¡Tantas cosas han muerto..

que no hay más que el poeta!

¡Cantad alto!
..Oiréis que oyen otros oidos.

¡Mirad alto!
Veréis que miran otros ojos...

¡Latid alto!
..Sabréis que palpita otra sangre...

No es más hondo el poeta..
en su oscuro subsuelo, encerrado...
Su canto asciende a más profundo
cuando , abierto en el aire..,
ya es de todos los hombres...

Rafael Alberti

Tercer Encuentro

domingo, 27 de octubre de 2013

Si hubiéramos podido…


Si hubiéramos podido…

Ay, si hubiera podido guardarte
en la memoria de mi piel,
antes de que fueses otro camino
del que añoro ser peregrina.
Serías la luz verde en el páramo
que aventaja la bifurcación
de acceso a mis vértices…

Mi conciencia se expande
en un murmullo inmortal
donde la vida no me alcanza.
Y con el alma herida y doliente
la voz se me quiebra en anhelos
agonizantes, en esta cárcel,
que siento a mi pesar, respirando.

Es combativo el corazón
cuando sabe lo que quiere,
más éste, en cada palpito
siento que se me escapa.
La inclemente semilla, crece,
sin escuchar mis suplicas.
Flor salvaje, que en su natural,
a lomos de este viento
me enzarza furibunda.
No entiende de lunas dormidas,
frente a los rosales desiertos.

Soy como una estrella caída a tus pies,
que no pudo retornar al cielo,
explorado tantas veces
en el cristalino azul de tus ojos.
Y la luz se me opaca sin ese brillo
en la lúgubre esfera nacida
sin sombra y es tu sol
perenne el que me tortura…

Ay, si hubiera sabido descifrar
el oleaje de este mar embravecido,
que extrémese mi cuerpo
de costa a costa.
No sería este lento reloj,
cazador de silencios vacuos.
Sería embajador de violines
para esa melodía universal
donde cuerpos y almas
danzan al mismo compás…

Ay, si hubieras podido guardarme
en la memoria de tu piel…
Ahora no dejarías

de pronunciar mi nombre…

1 comentario:

Amaya Martín dijo...

Bellísimo poema, desgarrador en su justo reproche. Un fuerte abrazo, Antonia