Si estuvieras, aquí,
amada mía,
en esta noche demacrada
y habitada de frío,
desnuda de distancia.
Si estuvieras aquí,
correrías el telón
de tantas figuraciones
y habitaríamos en el cónclave
de un beso dilatado
con ansias de eterno.
Pero el lecho está gélido
y la sala sola; sólo solo.
Bajo la puerta, una estela de luz
arrastra penosamente mis pesares
y se hace río.
Me rinde la espera,
me rinde el cansancio
y me rindo al sueño,
mas te sigo aguardando.
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